AGA y la transfiguración del cuerpo
Todo el carácter y la sugestión compositiva de la obra de Ana García Alcocer se afianza en el dibujo. No fue difícil para mí arribar a esa convicción sobre su trabajo; y hasta diría que sucedió de manera anticipada, cuando tuve la oportunidad de revisar un grupo de piezas suyas publicadas en la internet unos días antes de ir a visitarla a su estudio en la Ciudad de México.
Aunque la fuerza expresiva y la singularidad técnica de las imágenes que descubrí en esas primeras evidencias digitales reafirmaron el interés de ir a conocerla y de revisar con detenimiento su obra, confieso que quedé gratamente sorprendido cuando arribé a su taller en la Colonia Condesa y pude comprobar que su producción artística era aún más heterogénea y sofisticada de lo que se inducía discretamente en las redes sociales. En casi todos los dibujos realizados sobre cartulina, papel, lienzo y tela, que la artista me fue mostrando durante nuestro contacto, percibí una serie de artificios técnicos y alegóricos que me resultaron extremadamente singulares. Recuerdo haberle comentado, incluso, que uno de los beneficios de ese intercambio inicial era poder cerciorarme de que se trataba de una artista con evidencia de trayectoria y patrimonio creativo abundante. Partiendo de ese criterio, la primera recomendación que le ofrecí entonces fue de que hiciera una selección de algunos de los magníficos dibujos que conservaba en su estudio para reforzar la información contenida en el sitio web.
Una indagación preliminar de las obras de AGA reunidas en el taller (y digo preliminar porque espero seguir profundizando en la trayectoria de la autora) me resultó suficiente para comprender que su enfoque está fuertemente condicionado por la tendencia neoexpresionista, muy en boga dentro de las vertientes del dibujo latinoamericano actual, y que en su caso específico a veces me recuerda algunos modos y perfiles históricos de artistas emblemáticos como James Ensor o Georg Baselitz; pero también maneras mucho más contemporáneas como las empleadas por el pintor, dibujante y grabador mexicano José Luis Cuevas. Esa especulación comparativa podría sostenerla, esencialmente, a partir de la crudeza escenográfica que observo en las composiciones de la artista; del sentido de fragmentación o mutilación que hay en varios de sus montajes; a partir del tratamiento agresivo, distorsionado de la línea de dibujo; del empleo reducido de gamas de color y hasta de la versión monocromática que se advierte en algunas de sus escenas.
La complementación verosímil, fluida, entre un grupo de metáforas de carácter personal, autobiográfico, y otras de índole imaginativo, fabular, es una de las tendencias que más resalta dentro de la producción de Ana García Alcocer. En varias construcciones visuales parece que se improvisa una especie de exploración sígnica del cuerpo; una reinterpretación de la fisiología personal y ajena, y de cómo ella podría encarnar simbólicamente determinadas angustias existenciales y sociales; o, dicho de otro modo, la transfiguración anatómica y la hipersensibilidad de la epidermis ofrecidos como calibradores de la vibración y la sacudida humanas. Encaminada hacia ese propósito concreto, interactuando con pinceladas y manchas de mayor o menor grado de intensidad según sea el propósito, la artista bosqueja una serie de personajes excéntricos, figuras estremecidas, desconcertadas, en aparente actitud de confrontación o pugna física.
Sin embargo, en la mayoría de las obras se advierte una necesidad de extroversión, de catarsis relacionada de forma directa con el frenesí o la avidez erótica. Esa intención de revelación, de apertura, encuentra un cause efectivo mediante el abordaje descarnado de la silueta humana; de la insinuación provocadora de los cuerpos desnudos, y a través de la sobredimensión poética de escenas asociadas a la búsqueda del placer físico; una búsqueda que no desestima la colisión visceral, la energía tormentosa, a las que en no pocas ocasiones nos somete esta experiencia, lo mismo desde una perspectiva compartida que desde una instancia solitaria, intimista.
Combinando la representación cruda, provocadora, de las formas humanas despojadas de todos sus atuendos, con un planteamiento casi surrealista de posees y situaciones sensoriales, Ana va conformando sus enigmáticas secuencias. Unas veces los protagonistas aparecen solos, casi levitando en el vacío, sometidos a la contracción física, al arqueo o el retorcimiento que se deriva del éxtasis erótico, y otras formando parte de una superposición de figuras, de una amalgama transparente de contornos que intenta resumir, condensar, la agitación lasciva del instante. En una y otra postura (la individual y la conciliada), el erotismo se revela también con sus momentos de ambigüedad y contraste, me refiero básicamente a aquellas composiciones donde parece que el cuerpo es sometido por partida doble a la flagelación y el consuelo, a la embestida y la caricia, a la aflicción y el regocijo. En algunas imágenes creo vislumbrar, incluso, un dedo o una mano rústica que penetra; una pierna trémula, agitada, que fricciona la piel del amante; una lengua estirada, punzante, dispuesta a atravesar todas las oquedades posibles... Y cuando estos elementos no parecen ser lo suficientemente explícitos para inducir tales estados de codicia y vacilación, entonces Ana se apropia del rotulo literario, de la palabra, del verbo, del adjetivo insinuador.
Tengo la percepción que, hasta el momento en el que escribo estas reflexiones primarias, la obra de Ana García Alcocer despliega el dibujo desde una concepción de escala todavía algo contenida, cautelosa; si hay una evidencia tácita de ello es precisamente la supremacía en su obra de soportes de pequeño y mediano formato. Por un lado, creo que la lógica de los procesos y el orden estructural del dibujo de Ana tiene su base de inspiración e impulso en la inquietud, la desazón, la estrategia metodológica dinámica, expansiva, y no le conviene seguir apegada a los formatos reducidos o a la simple intención bocetada. El tratamiento descentralizado, escurrido de los motivos representacionales, la línea en fuga del dibujo hacia los extremos del soporte, las formas fraccionadas, vermiculares, de muchos de sus diseños, y la eficiente maniobra de convivencia, de interacción simbólica y estética entre el dibujo y la mancha de color, pronostican un camino de avance, de evolución segura, que ha de involucrar ineludiblemente a los grandes formatos pictóricos.
Por otro lado, pienso que la capacidad de conmoción, de instigación reflexiva, y hasta de voluntad “blasfema”, que se deduce de su discurso iconográfico, debe constituir el principal ardid de trascendencia e impacto de la obra, y la artista deberá hacer todo lo posible por enfatizar aquellos procedimientos que garanticen su amplificación. Aunque a veces se percibe en las atmósferas de algunas piezas de Ana la presencia sutil de la dicotomía, de la paradoja, entre contención y liberación, recato e imprudencia; sin embargo, el valor expresivo que ella logra imprimirle a los dibujos, la contundencia dramática de las escenas que conforma a través de ellos, actúa como una suerte de dato resolutorio, de argumento de certitud, ante la persistencia adversa de semejante encrucijada.
David Mateo
México, agosto 2024
AGA and the transfiguration of the body (Fragment)
(English Version)
By David Mateo (Art critic and curator)
The credible, fluid complementation between metaphors of an autobiographical nature, and of an imaginative, fabled nature, is one of the trends that stands out the most in the production of the Mexican artist Ana García Alcocer. In several of her constructions, where neo-expressionist drawing prevails, it seems that a kind of sign exploration of the body is experienced, as well as a reinterpretation of a personal and also of an alien physiology, along with the way she could symbolically embody certain existential and social anxieties; or, in other words, she uses an anatomical transfiguration and an epidermal sensitivity, as illusory gauges of human vibration and shaking.
However, in most of the drawings there is a need for extroversion, for catharsis directly related to frenzy or erotic avidity. This intention of revelation and openness, finds an effective path through the stark approach to the human silhouette; to the provocative insinuation of naked bodies, and through the poetic overdimension of scenes associated with the search for physical pleasure; a search that does not dismiss even the visceral collision and stormy energy.
Combining the raw, provocative representation of human forms with an almost surreal approach to sensory possessions and situations, Ana creates her enigmatic sequences. Sometimes the protagonists appear alone, almost levitating in the void, subjected to the physical contraction, to the arching or twisting that derives from erotic ecstasy, and other times forming part of a superposition of figures, of an amalgamation of contours that attempts to summarize, condense, the lascivious agitation of the moment. In both positions, eroticism is also revealed with its moments of ambiguity and contrast. I am basically referring to those compositions where it seems that the body is subjected both to flagellation and consolation, to assault and caress, to affliction and rejoicing. In some images I think I glimpse a finger or a rustic hand that penetrates; a trembling, agitated leg that rubs the lover's skin; a sharp, stretched tongue, ready to pierce all possible gaps... And when these elements do not seem to be explicit enough to induce such states of greed and hesitation, then Ana appropriates the literary label, the word, the verb, or the insinuating adjective.
I have the perception that Ana deploys the drawing from a conception of scale that is still somewhat contained, cautious; If there is tacit evidence of this, it is precisely the supremacy of small and medium formats in her work. On the one hand, I believe that the logic of the processes and the structural order of Ana's drawing has its inspiration and impulse based on restlessness, uneasiness, and a dynamic, expansive methodological strategy, and it is not advisable for her to subordinate herself too much to reduced formats or to the sketched intention. The decentralized treatment of the representational motifs, the vanishing line of the drawing towards the ends of the surface, as well as the fractional and vermicular forms of many of her designs, and the efficient maneuver of symbolic and aesthetic interaction between the drawing and the stain of color, predict a way to sure evolution, that must inevitably involve large pictorial formats.
Mexico, August 16, 2024.