1994
5 SENTIDOS
Museo de Arte Contemporáneo Carrillo Gil
Mexico City
LOS CINCO SENTIDOS
Los cuadros de Ana García Alcocer están abiertos, como una lengua de fuera. Son traviesos y procaces, pero también sinceros y nerviosos: son flores carnívoras. En ellos, los cinco sentidos se echaron a bailar, cada uno por su cuenta. Se dislocaron. Y, al igual que la sexualidad -a la que remite, de muchas maneras, esta pieza-, su vehemencia no les impide jugar. Los cinco sentidos quieren salir: al parecer, sufren claustrofobia. Y, una vez afuera, se muestran socarrones, se burlan, se hacen señas. Al mismo tiempo, hay fragilidad en esos sentidos tan abiertos.
Muchas veces, su obscenidad recuerda las amapolas: son voraces, ansiosos, efímeros. Pero, todo este estremecimiento, ¿no apunta hacia un epicentro? Y, ese epicentro, ¿no es la soledad? Por un lado, euforia; por el otro, melancolía. Quizá haya que oír a esta pintura como un grito. Un grito que se transforma en disección. Una voluntad de apertura que, paradójicamente, se vuelve introspección.
Y todo esto, ¿no define también, una pasión por la verdad? -Quiero decir: también se padece-. Los Cinco Sentidos de Ana Alcocer no sofoca su exclamación "El rey está desnudo". Y lo hace con una curiosidad violenta, incluso cruel, a la manera de la ciencia -de allí su disección-. La pintora busca algo en el interior del cuerpo del mismo modo que otros revuelven, con rapidez, un cajón de ropa vieja. Por otro lado, la verdad que persigue Ana García Alcocer tiene, para ella, un sentido -¿casi?- religioso, de allí su forma de políptico. Los Cinco Sentidos no sólo gritan su verdad, también ansían una revelación.
De modo que esta pieza se podría llamar: "Escenas de la vida de los sentido", o bien, "Anafiiáxis por la mentira".
Por lo demás, en estos cuadros no hay interior ni exterior: las vísceras dialogan, directamente, con palabras y con otros cuerpos. Su pintura -un interior- se alimenta de ilustraciones impresas -un exterior-, todo está abierto: en esta obra, la piel -la superficie de la pintura- parecería, sin duda, una hipocresía. Y, ¿no es la hipocresía lo que exaspera a esta pintora?
¿No es la hipocresía lo que nos condena a la soledad?
Conrado Tostado